La conexión entre fitness y fascismo

Un gimnasio.

¿Para qué vamos a hablar todos los años de lo mismo? Ya está bien de recaer en hechos y escenarios circulares.

Hay que escapar de la noria, amigos. Hay que ser originales, pero sin perder el Norte y ahora que empieza a sonar la campana de las abdominales, de las dominadas y de las carreritas para ponerse estupendísmos todos de cara al verano, es la hora de dedicarle una reflexión fuera de la caja.

Estamos ante un fenómeno realmente estupendo, pero hay un riesgo ideológico en todo esto que no conviene desdeñar. Todo lo que sea culto al cuerpo, distinguirnos por nuestro físico, sentirnos mejor con nosotros mismos para poder mirar por encima del hombro al gordo y la fondona, tiene una profunda conexión filosófica con el fascismo y con las ideologías supremacistas que menosprecian al otro.

¿De dónde parte, si no el fascismo, sino del culto al individuo dentro de la masa? ¿Qué organización paramilitar conocéis que no tuviese también sus pruebas gimnásticas y sus exhibiciones deportivas? ¿En qué se basa el supremacismo si no es en trazar una línea entre los que se han esforzado y los que no, aplaudiendo a los primeros y culpando a los segundos de todos sus males? ¿Y qué es, en resumen, ese culto a la fuerza de voluntad, más que nazismo archiconocido? El Triunfo de la Voluntad, se titulaba, de hecho, el documental que los nazis realizaron sobre los Juegos Olímpicos de Berlín, y en el que aparecían decenas de bellos cuerpos esculpidos por el crossfit, el fitness, el running, o como coño se dijeran aquellas mismas cosas a mediados de los años treinta y el lenguaje propagandístico de Goebbels y Leni Riefensthal.

La mona se puede vestir de seda y nosotros nos podemos vestir de guapos, pero las ideas siempre son las mismas, y ahí quedan. Como el racismo del que investiga el pedigree de su perro y no admite mestizajes en sus ancestros. Como la ramplonería estética, de nuevos ricos, de los que creen que la calidad y el precio guardan alguna relación entre sí. Como el sospechoso reflejo sociológico del africano que se tiño de rubio. Contra eso no hay remedio.

Salvo reírse, claro.

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