Vamos a soplar por el 'pífano'

Los jóvenes acudieron con banderas de León a los conciertos de la Junta por el Día de la Comunidad.

Yo no digo ni que sí, yo no digo ni que no…

La que llaman fiesta de Villalar. Esta elección, lugar y campa, fue hecha ya, ab initio, para centralizar todo en Valladolid y su entorno provincial. A tal fin se eligió el día de una degollina, como fruto dramático obtenido de una revuelta, que, según han dicho, iba en busca de libertades. En nuestro hoy autonómico hay que hablar de imposición (para leoneses), con o sin festejo.

No, no es la fiesta de una Comunidad que no nos gusta a los leoneses. Aun siendo esto incuestionable para la ciudadanía , ésa que salió a la calle a gritarlo, encierra grave falsedad tal expresión; toda vez que, en sí, quiere comunicar que está asentada, cuasi admitida, que funciona, y las muestras son otras. La rechazamos de plano desde el primer momento. Y lo más importante... ¡En tal repulsa seguimos!

Hubo pues imposición política, en la que, los nuestros, los disciplinantes que se fueron incorporando con imposición partidista, empezaban a mostrar la necesaria maña colaboracionista.

El ente autonómico conseguido en la más preclara conveniencia castellanista, y para su firme sustento, requería la cohabitación de dos pueblos, el leonés y el castellano, a los que se pretendía fundir por interés político centralizador. Algo imposible en lo anímico, por distanciamiento cultural, en el que la facción castellana buscaba absorber, nunca ceder, ni tan siquiera compaginar.

Y aquí en este menester entró en juego la incomprensible sinergia PP-PSOE, tan nefasta como osada idea para el amarre leonés: falsa sublimación. No han podido conseguir un pueblo nuevo, lo más aproximado serían dos, y con el leonés bajo la intentona de ahormarlos. Lo perseguido era la esquilmación sociocultural leonesa para llevarnos a una total dependencia socioeconómica... ¡Hasta la aceptación! Y empezáramos a dar por bueno el “dame pan” y “llámame como quieras”, aunque la petición fuera dicha con voz desnutrida, que en sí ya es una acusación.

No faltan los que, por distintos cauces, tienden la mano para obtener una dádiva, cuando, lo entregado a retazos, es una parte ínfima de lo que nos correspondería por justicia distributiva.

Eso no se podrá festejar. ¡¡¡Nunca!!!

Se ha podido leer: Villalar es un buen lugar para ir a reivindicar todos, incluso los leoneses, pues todas las banderas caben; no saco de contexto la recomendación, sencillamente me apuntalo con ella, para decir sin tapujos: ¡Vaya recomendación envenenada! Esto es asunción y trágala: ¡Enmascarada en lo de pan y circo!

Ahora, porque no ha cuajado lo de allí, lo de la campa, tratan, en cierto modo, de desvincular lo festejable asimilándolo a descentralizar (¿no decís que somos centralistas?), ¡pues toma!, te sacamos los fastos a provincias y a determinadas comarcas.

Una fiesta de Villalar impuesta

Tengámoslo presente: Subyace la maliciosa intención de imponer.

Los exégetas a sueldo se lo han traducido a los autonomistas políticos: no se está consiguiendo aunar humores en la campa, de modo que vamos a forzar que parezcan amores, llevándoles la fiesta a domicilio. Hay que involucrar a los jóvenes con música, cuando el día languidece, la noche se aproxima, y las sombras todo lo deforman, démosles “fiesta y alegría” allá junto al Palacio de Congresos y en Ponferrada. ¡Sin que escuezan los gastos en festejos!, pues es doma, es placebo, es apariencia. ¡Un muy ladino proceder!

Que para la mayoría de leoneses esto se asemeje a fracaso lúdico, nada les preocupa a los dirigentes del engendro, para la 'galería' han impuesto su 'autoridad'… y... ¿¡Vencido!?

Leoneses, voz tenemos. Otra cosa es que andemos timoratos, sobrecogidos y asqueados, en distintas proporciones en cada cual. Y, por no haber conseguido nada reclamando, entramos en fase de desilusión y decaimiento, que no deja de ser una sombra fantasmal generadora de un estupor dañino. ¡Para muchos todo está perdido! ¡¡¡Y no es así!!!

Somos dueños del voto. Arma que no sabemos emplear. Una espada con la que nos estamos haciendo el haraquiri, urna tras urna, comicio tras comicio, votando y revotando a los que diciéndose leoneses y ejercientes en política (PP y PSOE de modo especial) los colocamos en los parlamentos para que vivan ellos… y los partidos a los que nutren.

Nos queda, yo lo entiendo así, el regionalismo. Vamos a votar regionalista, para asentamiento primero, y luego ir en busca del autogobierno, asunto que está muy bien estudiado, tanto las posibilidades como la perentoria necesidad. Votemos para conseguir la propia autonomía, la que nos tienen secuestrada los dos grandes partidos desde el comienzo autonómico.

Los vampiros radicados en Valladolid, en el descarado centro usurpador, no van a soltar la presa. ¡Les va demasiado bien!

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